Hace 69 años, los guatemaltecos libraban una jornada histórica de manifestaciones en búsqueda de mayores libertades, salarios justos, autonomía universitaria y, sobre todo, acabar con la dictadura de Jorge Ubico. La mañana del 25 de junio de 1944 se organizó una masiva protesta contra la tiranía, la cual fue reprimida, por lo que esa tarde un grupo de maestras se sumó al descontento, y los disparos de las fuerzas de seguridad causaron la muerte de la docente María Chinchilla Recinos.

Precisamente para que aquel crimen no quedara en el olvido fue instituido el 25 de junio como el Día del Maestro, una tradición que cumple casi siete décadas pero cuya realidad se ha modificado poco para ese gremio, pues las protestas que universitarios y docentes habían protagonizado días antes de la caída de la dictadura ubiquista buscaban precisamente un cambio en las contradicciones sociales del país, aunque se mantiene en alto la mística de quienes se dedican a impartir conocimiento hasta en los lugares más recónditos.

El magisterio ha sido históricamente un sector menospreciado, pues a pesar de lo estratégico de su función, ocupa posiciones secundarias en el escalafón salarial del Estado y poca evolución en su formación, contrario a lo que ocurre en otros países, donde la docencia se convierte en una profesión que permite llevar una vida digna, porque se reconoce el enorme aporte que la enseñanza calificada representa para el desarrollo de una sociedad en un mundo tan competitivo como el actual.

Aún así, los rezagos económicos y sociales no han sido barreras para muchos docentes que se las ingenian para llevar conocimientos a millones de estudiantes ansiosos de aprender, y lo hacen con un solo ideal en mente: contribuir al desarrollo de mejores ciudadanos. Algunos rebasan con creces sus responsabilidades, como aquellos que con ingenio inventan metodologías para facilitar el aprendizaje de determinadas materias o simplemente hacer más fácil la tarea de aprender a leer y a escribir. Y también hay quienes han implementado manuales para mejorar el dominio de ciertas disciplinas.

En el país existen contados esfuerzos para reconocer sistemáticamente la trayectoria de quienes de verdad hacen historia en las aulas de Guatemala, y hasta ahora la más conocida es la Orden Francisco Marroquín, que otorga el Ministerio de Educación y que además incluye una bonificación económica a los favorecidos, pero que a menudo ha estado a merced de favoritismos y simpatías políticas, por lo cual lo recomendable para el Gobierno es modificar ese procedimiento y hacerlo más público y transparente en su designación, al tomar en cuenta méritos, trayectoria e innovación.

En la medida en la que en un gremio se premia solo la longevidad en servicio, se corre el riesgo de no promover la innovación, que es uno de los factores imprescindibles en el paradigma exigido por los avances tecnológicos e industriales. No significa esto regatear los méritos que puedan tener los maestros homenajeados, pero se hace necesario que se dé honor a quien lo merezca, como un incentivo para las nuevas vocaciones en la enseñanza.